Sin darse cuenta cayó en desgracia
por cosas a las que no dio importancia
pero trascendieron.
Se transformó en telonero
de un amargo y nocivo silencio.
(No hay quien hable nadando en el negro
ni nada resulta
tan cegador)
Se percató una vez dentro,
mientras se estaba hundiendo,
y solo con eso,
aceleró su inmersión.
Y cuando creía estar muerto,
fue a saltarle al cerebro un recuerdo
que traía la risa pegada.
Y de repente la nada
dejaba de serlo todo.
De repente aquel lastre
pasaba a ser un globo,
y él, de náufrago a vigilante
para no subir hasta asfixiarse
ni volver a estrellarse
contra el lodo.